sábado, 26 de diciembre de 2009

La Navidad



Desde que éramos pequeños hemos aprendido a comportarnos. Siempre saludamos a los conocidos con más o con menos cortesía según nuestro estado de ánimo. Pero cuando llega la Navidad todo cambia. Las calles se llenan de gente y luces, de frío y abrigos, y de caras felices y alegres. Es entonces cuando ha llegado. La gente compra, pasea, sale a la calle y te sonríe simplemente porque es Navidad. Vas por la calles con tu abrigo y mientras llueve no paras de escuchar "Feliz Navidad". Esta época nos transforma. Llamamos a la familia, a amigos y a personas de las que apenas nos acordábamos. Mucha gente opina que estas fiestas son una tontería y no valen nada. ¡Menuda estupidez! ¿no?. Da igual que tengas 8 o 42 años, compras la lotería igualmente, y vas a casa de tu abuela a verla en Nochebuena. Aunque, a veces, me gustaría volver a ser ese niño, que se portaba bien sólo para que no le trajeran carbón, que era la mayor decepción de la vida. Ese es el verdadero espíritu de la Navidad. Sin ellos media Navidad se va a pique. Pero, ¿sólo por crecer hay que parar?. Si queremos mantener esta época adorable para algunos y estúpida para otros, debemos evitar todo lo que se acerque a la lógica triste y aburrida. Es en estos momentos cuando pienso "cómo me gustaría volver a ser niño y volver a ver a Papá Noel con su trineo".

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