Me desperté temprano aquella
mañana risueña en medio de la luz. No podía dormir ni tenía ganas. Un cierto
nervio me temblaba y recorría todo mi cuerpo a la vez que la calma y las brisas
mañaneras me tranquilizaron momentáneamente. El calor de las sábanas me atrajo
y me refugié en ellas durante varios minutos. Pensativo, permanecí entre
algodones durante un buen rato. No obstante, los primeros rayos de sol que se
asomaban por la ventana me recordaron
que había que levantarse. Empezaba un nuevo y esperanzador día.
Me levanté con tranquilidad, más atento
y nervioso de lo habitual; fijándome en cada detalle, en cada color, textura y
olor de mi alrededor. Todo parecía cobrar un sentido fuera normal, como si
estuviera preparado a la espera de que algo sucediera. Quise observarlo todo y
ser consciente de cada brisa, de cada latido y movimiento que sentía en mi
cuerpo. Recorría mi casa en busca de la cocina disfrutando de la comodidad de
mi pijama mientras aquella canción sonaba de fondo en mi cabeza: “In the middle of the night…”. Preparé
delicadamente el desayuno. Veía cómo las gotas de la leche golpeaban el vaso,
cómo el pan se endurecía convirtiéndose en tostada, cómo luz se reflejaba en
los cristales y llenaba de color el lugar. Sonreía y disfrutaba al ver los
pequeños detalles, como si de repente descubriera pequeños universos dentro del
nuestro. Pequeños mundos llenos de vida que estuvieron siempre ahí y que, hasta
ese momento, nunca me llamaron la
atención. “Over and over”.
Sin querer derramé unas gotas de
leche. Para un momento. Las observé tendidas en la madera. Me recordaban algo.
Toda aquella sensación de nerviosismo escondía un miedo. Un miedo que más que
nunca era muy real y posible. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y di un brinco.
Las dudas empezaron a atormentarme. Las manos me temblaban y por momentos no
fui capaz de sostener los cubiertos. Interrumpí el desayuno. Intentaba convencerme
en voz alta de que todo estaba bien, de que todo iría bien. Lo intentaba
razonar, dar una explicación sensata. Pero no había argumento posible sin que
estuviera afecta por la crudeza del azar y la suerte. El pasado lejano y la
posibilidad de que volviera me atormentaban. Confié en la repetición de los resultados
de los últimos años. Reí en un intento de calmarme y continué el almuerzo. “Never again”.
De repente sonó el teléfono. Ahí
estaba todo. Las pulsaciones se me aceleraron y me levanté rápidamente, como el que sabe que se juega una
parte muy importante de su vida. En aquel trayecto desde la cocina al teléfono
el pasillo se alargó, las piernas me temblaban y cada paso era un constante
esfuerzo mientras el timbre telefónico sonaba de fondo. Apenas pude pulsar el
botón verde de llamada…
Lo estaba entendiendo todo, hasta
que oí aquellas palabras. Luego aquella voz se difuminó en mis pensamientos y
me absorbí en mi mundo. Pregunte varias veces más para asegurarme y luego le di
mil gracias.
No era consciente de lo que
acababa de suceder. De pronto, todo ese mundo de detalles que unos minutos
antes me había asombrado pareció desaparecer. Di un par de vueltas por la casa intentando
distraerme para mantener mi mente ocupada y disimular mi desconcierto aunque
era imposible. Vivía en una pequeña burbuja mental que me aislaba de lo que me
rodeaba y me impedía pensar con claridad. Estaba en blanco y el tiempo, siempre
tan oportuno, se había parado. Me vestí básicamente porque intuía que más tarde
saldría a la calle aunque no sabía para qué. Y después, seguí dando vueltas lleno
de desconcierto. Curiosamente, la abstracción carecía de contenido y
significado y en ningún momento supuso una ventaja, sino todo lo contrario, fue
un castigo. Mi mente estaba definitivamente sin hogar y estéril de pensamiento mientras
se esforzaba, en vano, por regresar. “Homeward,
homeward,..”
De causalidad, me topé en mi
habitación con la foto de mi familia. De repente, la burbuja se rompió como un
jarro de agua fría mostrándome la realidad que por momentos parecía haber
desaparecido. Entró el aire y respiré fuerte, muy fuerte (“Breath in and breath out”). Eché un vistazo rápido a los álbumes de
fotos. Recordé todos aquellos momentos que formaban parte de la memoria
colectiva de aquella familia, especialmente de la memoria de la persona que me
había acompañado desde su nacimiento. Todos esos partidos de fútbol, los
domingos en la playa, los FIFAs, las discusiones, todas las bromas, las risas, las
vaciladas y las discusiones, las peleas en defensa del otro, todas las cenas y
las comidas, los consejos y las conversaciones,….Era el recuerdo de una vida que
en parte no era la mía. Las lágrimas ya empezaban a asomarse mientras hacía un
esfuerzo por retenerlas.
La voz de la llamada volvió a
sonar en mi cabeza susurrando las palabras que tanto me habían colapsado. Me
acordé entonces de los comienzos de mi infancia de la que apenas tengo
recuerdo. Me vinieron a la cabeza todas las tristes historias que mis padres me
habían contado sobre mi hermano y su estancia en el hospital, ese centro lleno
de héroes que tratan de corregir las injusticias de la naturaleza. Cómo todo se
torció aquella noche en la que parecía que se iban a romper nuestras vidas. Las
esperas interminables de mi familia fuera del quirófano, las curas, y todos y
cada uno de los resultados de las pruebas. Tantos meses de dolor y sufrimiento,
tantos recuerdos que olvidar. La voz del teléfono volvió otra vez a sonar en mi
cabeza, esta vez no puede evitar ni las lágrimas ni la sonrisa.
Plas plas plas plas plas plas. Cuanto más lo leo más ganas tengo de recrearme. Tal vez sea la entrada con más sentido emotivo que he leído en mucho mucho tiempo. Francamente bonita la comparación con la canción; resulta bastante original. Eres grande Emilio, muy grande.
ResponderEliminarLOS DOS sois MUY GRANDES. Pero mucho.
ResponderEliminarQué tristemente verdaderos son los tópicos que se arremolinan en torno a la salud: que si es, en el fondo, lo más importante de la vida, que si solo la valoramos cuando nos falta... Por eso esta es la mejor noticia que podría llegarnos, y por eso debemos celebrarla -cada uno a su manera: no hacen falta fuegos artificiales- por todo lo alto.
Yo, además, celebro cada día un poco más tener como sobrinos a dos tipos tan interesantes y tan buenas personas como vosotros.
Sois un auténtico regalo para todos los que os conocemos. No cambiéis nunca, por favor.
Sin Víctor, el mundo perdería un poco de su luz. Felicidades a todos, a tus padres especialmente. Con todo lo que han luchado, hoy deben sentirse especialmente orgullosos de ver al hijo que tienen. Un abrazo.
ResponderEliminarEn serio me he quedado sin palabras... ya sabía yo que tenía que leerla.. que me haría sentir algo muy especial como me dijiste, Emilio. Me alegro muchísimo por toda tu familia pero por Víctor el que más. Me alegro mucho de verdad. Enhorabuena y a vivir la vida de la mejor manera que podáis!!
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