Muchos de nosotros hemos visto algún partido de cualquier deporte. Pero no de ese deporte capitalista que se basa en el negocio y en las camisetas vendidas. Yo me refiero al deporte puro, a ese deporte practicado con pasión y entusiasmo. Hablo, concretamente, del deporte base. Todos hemos visto algún partido de fútbol en el que los niños corren detrás del balón mientras hay un entrenador que intenta poner orden entre tanto caos alegre. Siempre que vemos esto oímos a las madres gritar animando desaceleradamente: ¡ese es mi niño!. Es mas, seguro que muchos hemos sido ese niño.
En muchos casos, como el mío, el deporte base comienza a practicar desde muy pequeños. A los 7 años todos estábamos con un balón en el pie imaginando que éramos el nuevo Messi, o el nuevo Puyol. Por supuesto, la realidad era muy distinta. Sólo piensan en jugar, y jugar y jugar y correr detrás de la pelota alegremente intentando dar más de dos pasos con el balón controlado. Entre tanto jaleo, siempre hay un entrenador que trata de poner orden mediante entrenamientos con conos. En muchas ocasiones, parece una tarea difícil e imposible. Los padres se lo toman como un simple juego de niños y no le dan mayor importancia. Pero, sorprendentemente, el entrenador consigue educar a los niños e introducirlos cada vez más en la competición. Hasta este momento, si a un niño le decías que jugara en el centro del campo, se lo tomaba al pie de la letras y no salía del círculo central. Después de esto, los niños comienzan a mejorar su técnica, incluso a hablando. Ya no se trata de un equipo de calle, sino de un EQUIPO. Esto ocurre hasta el punto que incluso los madres comentan el partido con sabiduría y se contentan con ganar y jugar bien. Pero, aun así, sigue siendo un juego alegre donde participar es lo que importa.
A medida que crecemos el fútbol también evoluciona. Se vuelve cada vez más agresivo y ya no puedes tener miedo. No se tolera el miedo. En primer lugar, los entrenadores aumentan su nivel de exigencia y el interés no es pasarselo bien sino que el club gane lo cual me parece correcto. Ya no hay equipillos mediocres a los que les puedes marcar 20 tantos con los suplentes. Ahora, los jugadores van a ganar como sea y entran con todo. A ciertas edades, empiezas a ver entradas muy duras. Incluso los padres se vuelven más agresivos y gritones. De hecho, en algunos pueblos los esperan con palos, insultan y se pelean entre ellos. Es entonces cuando el deporte pierde su inocencia alegre y divertida y se convierte en una competicón pura y dura.
Pero después de todo, a mí el deporte base y en concreto el fútbol, me ha encantado. Cuando era pequeño lo importante era jugar, aunque íbamos a ganar por supuesto pero éramos todos amigos y no había problemas en el equipo. Los padres formaban un grupo también y todo era armonía. Poco a poco fui creciendo y el equipo se fue renovando pero el ambiente siguió igual. Sí es verdad que el fútbol cambiaba y el objetivo ante todo era ganar, pero aun así fuimos capaces de mantener el ambiente. Por eso disfrutaba tanto al jugar al fútbol y me daba igual la agresividad del contrario, la mia, la de los padres,… Yo sólo quería jugar al fútbol, hacer deporte y disfrutar.
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