Por José Antich
"Con su pluma atinada, Jaime Arias define a Juan Antonio Samaranch como un pequeño gran hombre. Seguro que no le molestará que me apropie en el obligado recuerdo de quien es personaje clave a la hora de realizar una aproximación seria a la historia reciente de España, de Catalunya y de Barcelona.
Dotado de una visión fuera de lo común para alcanzar sus objetivos y con una tenacidad innata para crear casi desde la nada uno de los focos más importantes del planeta, Samaranch ha sido en el terreno civil el más universal de nuestros conciudadanos. También el que ha tenido más poder, derivado de su doble condición de hombre todopoderoso del olimpismo y de interlocutor privilegiado de los responsables de las principales potencias.
Desde los desaparecidos Leonid Brezhnev y Ronald Reagan hasta los actuales mandatarios chinos, que profesaban una admiración hacia Samaranch que se veía reflejada en que era junto al escritor Miguel de Cervantes el único español con una estatua en Pekín.
Imprescindible a la hora de que Barcelona lograra los Juegos Olímpicos de 1992, Samaranch hizo realidad un viejo sueño, la universalización de su ciudad en los cinco continentes. No existe un término medio a la hora de resaltar las diferentes aportaciones del ex presidente del COI durante las últimas décadas y la dedicación incansable hacia cada uno de sus proyectos, que siempre acababan teniendo como denominador común -y así lo expresaba él- ayudar a su país.
En los últimos años, se concentró en temas olímpicos y en apoyar diferentes iniciativas, muchas de ellas benéficas, en Barcelona, ciudad que debería aprobar en el primer pleno municipal que pueda el nombre de una calle que haga honor a quien fue su más grande embajador."
Desde los desaparecidos Leonid Brezhnev y Ronald Reagan hasta los actuales mandatarios chinos, que profesaban una admiración hacia Samaranch que se veía reflejada en que era junto al escritor Miguel de Cervantes el único español con una estatua en Pekín.
Imprescindible a la hora de que Barcelona lograra los Juegos Olímpicos de 1992, Samaranch hizo realidad un viejo sueño, la universalización de su ciudad en los cinco continentes. No existe un término medio a la hora de resaltar las diferentes aportaciones del ex presidente del COI durante las últimas décadas y la dedicación incansable hacia cada uno de sus proyectos, que siempre acababan teniendo como denominador común -y así lo expresaba él- ayudar a su país.
En los últimos años, se concentró en temas olímpicos y en apoyar diferentes iniciativas, muchas de ellas benéficas, en Barcelona, ciudad que debería aprobar en el primer pleno municipal que pueda el nombre de una calle que haga honor a quien fue su más grande embajador."