domingo, 28 de marzo de 2010

Nuestro Delibes, mi Delibes

La muerte de Miguel Delibes lo ha convertido en el escritor español más importante del siglo XX, o en uno de los tres mejores, o en uno de los diez... que más da. El autor no parecía inquietarse por el lugar que ocupaba en esas listas.

POR MAR LANGA PIZARRO

Me gustaría pensar que cuando se publique este artículo usted habrá desempolvado algún libro de Delibes (1920-2010), tras recibir el caudal de reseñas, declaraciones y valoraciones. Por arte y gracia de su defunción, como señalaba en este diario Ángel L. Prieto de Paula, lo hemos convertido en el escritor español más importante del siglo XX, o en uno de los tres mejores, o en uno de los diezÉ qué más da. Al contrario que otros miembros de su generación, Delibes no parecía inquietarse por su lugar en esas listas, siempre interpretables, siempre ficticias.
El pasado fin de semana, un amigo que reconocía haber disfrutado con Diario de un cazador y El hereje, calificaba a Delibes de "asesino de animales castellanos", "triste, aburrido, sólo escribió novelas que ya estaban pasadas de moda cuando las imaginó". Se burlaba de la prosa usada por el autor, imitándola sarcásticamente con esta frase: "sopla el viento del moro entre las cepas, anida la perdiz roja en los ribazos y empata el Sevilla C. de F. con el Deportivo de La Coruña". Habrán comprendido que ese amigo es un lector empedernido, posee una capacidad crítica nada desdeñable, y hace gala de un fino sentido del humor. Por ello, su frase integra muchas de las particularidades de nuestro escritor: su pasión por la palabra justa, su conocimiento del mundo rural, sus más queridas aficiones.
Me vi obligada a responderle que, aunque Delibes solo hubiera escrito Cinco horas con Mario y El hereje, ya merecería estar en los manuales. Añade a estas credenciales su honestidad, su interesante evolución, el continuo pacto con su público, su solvencia para incorporar novedades formales sin desentenderse del argumento, la exactitud austera de sus palabras, y la lucidez para juzgarse sin piedad (nadie ha criticado con más saña que él La sombra del ciprés es alargada, premiada con el Nadal en 1947).
Quienes cursamos COU (el ¿equivalente? al actual Segundo de Bachillerato) conocimos su narrativa por una lectura que, desde las primeras páginas, pasó de "obligatoria" a deleitosa: Cinco horas con Mario (1966). Como recordarán, durante el velatorio de su marido, Carmen lee pasajes de La Biblia y se enzarza en un apasionante monólogo lleno de leitmotiv. Gracias a su verborrea, esa mujer conservadora y católica nos muestra sus insatisfacciones, sus aspiracionesÉ y las grietas apenas perceptibles de su existencia. Tras las quejas reiteradas, aparece la figura de Mario, un intelectual comprometido que ejerce como catedrático de instituto, periodista y escritor. La historia de ambos es un camino plagado de silencios y desencuentros, una metáfora de dos modos de entender la realidad, de dos opciones vitales y políticas. Podría detenerme en comentar su adscripción al realismo social, renovado con continuos saltos temporales, repeticiones, ampliaciones, discurso libre de conciencia... Optaré por la fidelidad a la estudiante que era entonces: ignoro si percibí todo eso y, desde luego, no fue lo que me interesó de la novela.
Delibes me sedujo por su capacidad para perfilar personajes sin el sustento de un narrador; y por la falta de maniqueísmo. Al cerrar el libro, me sentí claramente partidaria de Mario, ese hombre valiente al que "le había tocado en suerte" aquella esposa pacata y banal. Días después, no dejaba de reprocharle al marido su egocentrismo, su incapacidad ya no para hacer feliz a la mujer con la que se había comprometido, sino incluso para tenerla en consideración. Pocas novelas me han conducido a una dicotomía semejante. Y muy pocas lo han hecho con tal sutileza. La adaptación teatral se mantuvo muchos años en cartel, y se llevaron al cine El camino, Mi idolatrado hijo Sisí, El príncipe destronado (La guerra de papá, que tanto me divirtió en mi infancia), El tesoro, La sombra del ciprés es alargada, Las ratas, Diario de un jubilado y las magníficas Los santos inocentes y El disputado voto del señor Cayo. La prosa de Delibes posee concisión, hondura, descripciones detalladas, diálogos cuidados, humor inteligente; ingredientes muy atractivos para las adaptaciones. Además de las obras citadas, puede que usted recuerde Diario de un cazador (1955, Premio Nacional de Literatura), Siestas con viento sur (1957, Premio Fastenrath), La hoja roja (1959, Premio Juan March), "Las ratas" (1962, Premio de la Crítica), Las guerras de nuestros antepasados (1975), Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983), 377A, Madera de héroe (1987), Señora de rojo sobre fondo gris (1991).
Me conmovió especialmente su novela histórica El hereje (1998, Premio Nacional de Narrativa). La publicó tres años después de que hubiera anunciado su retirada de la literatura. Afortunadamente, no cumplió. El hereje narra el proceso inquisitorial contra un grupo reformista en el Valladolid de Carlos I. Una vez más, el autor consigue convertir en héroes a los perdedores, retratar con fidelidad una época, abogar por la libertad y por la separación entre Estado e Iglesia, mostrar las luchas internas que acechan a los seres humanos. Todo ello, con un lenguaje sin fisuras, y una trama sin trampas.
Postulado para el Nobel en diversas ocasiones, Delibes logró los mayores galardones españoles: el Premio Príncipe de Asturias 1982, el Nacional de las Letras 1991, el Cervantes 1993É Además, se negó a participar en aquellos que le ofrecieron bajo mano, a pesar de su atractiva remuneración. Parafraseando uno de sus títulos, lo podríamos proclamar representante de Un mundo que agoniza. Sabemos por quienes le querían que, en los últimos años, pensaba más en la muerte que en la vida. La primera ya le ha llegado. De la segunda, siempre nos quedarán sus libros. No me alargo más: vuelvan a su cita con Delibes. Que la disfruten.

lunes, 22 de marzo de 2010

Compartimos el aire




 
  
 
Después de ver videos como éste uno piensa: ¡qué dura que es la vida joder!¡qué injusta!. Pero, ¿y qué nos creíamos, que la vida era un jardín perfecto? ¡Pues qué equivocados que estábamos! Desde pequeños nos venden que todo es bonito, feliz, alegre, que para todo hay remedio,… Vivimos pensando que somos eternos, y si no es así, que nuestra muerte ya llegará, como algo lejano. Pero lo que no sabemos es que a lo mejor hoy estás de lujo y mañana tienes un accidente, o enfermas, o eres  el irresponable que va transmitiendo el SIDA a todo lo que se mueve pensando que eres el rey del mambo sin saberlo. No sabemos que al otro lado del mundo hay, pero ¡qué demonios!, al otro lado de Gibraltar hay miles de violaciones de niños y niñas. Mujeres que matan a sus hijos para que no sufran la enfermedad, que son maltratadas, que viven en constantes guerras. Caminamos respirando tranquilamente mientras otros rezan por respirar cada instante de cada segundo. Creemos que habitamos en una sociedad perfecta, justa; y no es así. Vivimos sumidos en un capitalismo profundo y egoísta. El dinero lo mueve todo, absolutamente todo  y no hay manera de frenar a sus líderes, es decir, a los nuestros. Incluso dentro de nuestra sociedad hay demasiadas vidas rotas por el dolor y el sufrimiento. Y lo peor de todo es que lo sabemos todo, y no hacemos nada al respecto. Negamos la realidad completamente. No somos capaces de asumir lo que hay. No somos capaces de asumir que la Naturaleza es caótica, que no es alegre, que el mundo no se rige por nuestras leyes sino que simplemente, no se rige y ocurre.



Aun después de todo esto es increíble el comportamiento de muchos, de la mayoría. Cuando veo a la gente haciendo el imbécil mientras lleva el pedo del siglo, lo único que siento es vergüenza ajena. No hay más. Me da asco mirarles y ver como sonríen como gilipollas fumándose porros y llenándose los pulmones y el hígado de mierda mientras beben y se pudren en el sitio más raro y cutre del planeta. ¡Bah! Desde pequeños nos dicen que nos cuidemos, que hay que pasárselo bien pero con moderación y todo con moderación y con límites, que pagaremos las consecuencias si no lo hacemos. Pues nada, media juventud a beber, emborracharse y fumar hasta que les estallen los pulmones mientras tienen a su familia, a sus amigos, conocidos, muriéndose de cáncer o cualquier otra enfermedad. Mientras que unos se mueren, su única preocupación es ligarse a las tías buenas y ser los chulos del barrio. Gastamos nuestro dinero en intentar centrarles y todavía algunos se burlan de nosotros. Y aun habrá alguno que dirá que se quiere morir después de tanta juerga y depresiones consecuentes de la droga. Cuando oyes eso lo único que piensas es: “¡Cállate, porque algunos quieren vivir y no pueden! ¡Dejate tus gilipolleces para otro gilipollas!



Pero, en cambio, cuando vas a un aeropuerto, a un colegio, a cualquier sitio digno; y ves a familias enteras reencontrándose, abrazándose, a niños corriendo detrás de una pelota apasionadamente, a chavales jóvenes estudiando para ser alguien y ayudar a la sociedad, a personas mayores superándose cada día, a enfermos saliendo adelante, etc... es entonces cuando piensas que tu trabajo tiene sentido, que la vida tiene sentido, que existe la sociedad, el progreso, el amor,… Eso para mí es la felicidad y la verdadera sociedad. Después de todo, hay que respirar cada instante, cada segundo,  valorando y disfrutándolo todo hasta que “se rompa el aire”.


sábado, 6 de marzo de 2010

Los estilos directo e indirecto

Los estilos directo e indirecto son dos procedimientos empleados en los textos narrativos para reflejar las palabras y los pensamientos de los personajes.

            -En el estilo directo las palabras del personaje se transcriben de forma literal, tal como este las pronuncia o piensa:
                          Felipe me dijo: "Vendré antes de las ocho"

            -En el estilo indirecto es el narrador quien cuenta lo que el personaje dice o piensa. Para ello, se utiliza el verbo decir(o equivalente), se colocan detrás las conjunciones que o si y se realizan transformaciones:
                          Felipe me dijo que vendría antes de las ocho.


Oración compuesta: subordinadas sutantivas(II)

Las proposiciones subordinadas sustantivas desempeñan las funciones propias de los sintagmas nominales. Para averiguar la función de la subordinada sustantiva, tenemos que sustituirla por el pronombre eso. Según la función que tenga el pronombre en la oración, la proposición tendrá la misma. De este modo, podemos clasificar las proposiciones subordinas sustantivas en tres tipos según la función que desempeñan:

            -Sujeto: Me agobia pensar en el dinero > Me agobia eso
                                               S (PS Sust)                              S (Pron)
            
            -Complemento directo(CD): Yo dije que en mi casa no teníamos televisión > Yo dije eso
                                                                               CD(PS Sust)                                               CD (Pron)
           
            -Término en una construcción preposicional: Tenga la sensación de que me engaña     >
                                       Tengo la sensación de eso.                                  E           T
                                                                      E    T                                  (Prep)   (PS Sust)
                                                                  (Prep)(Pron)                               (Const. Prep)
                                                                  (Const. Prep)

La construcción preposicional en la que la subordinada hace de término puede realizar distintas funciones dentro de la oración: adyacente de un sustantivo, adyacente de un adjetivo,......
Para analizar oraciones compuestas que incluyen PS Sust, sigue el procedimiento que se detalla a continuación:
           1) Señala los verbos que aparecen en la oración.
           2) Localiza el nexo que encabeza la proposición subordinada, o el verbo en infinitivo si no lleva nexo.
           3) Sustituye la PS Sust por el pronombre eso.
           4) Analiza sintácticamente la oración resultante.
           5) Indica cuál es la función sintáctica que cumple la proposición subordinada sustantiva.
           6) Realiza el análisis sintáctico interno de la proposición subordinada. Ten en cuenta que las PS Sust con el verbo en infinitivo no presentan sujeto sintáctico.

Oración compuesta: Subordinadas sustantivas(I)

Las proposiciones subordinadas son aquellas que cumplen una función sintáctica en la oración a la que pertenecen. En este apartado vamos a ver las proposiciones subordinadas sutantivas(PS Sust), las cuales equivalen a un sustantivo, a un pronombre o a un sintagma nominal.
                  Recuerdo que aquí crecía un limonero > Recuerdo eso

Para reconocer una proposicion subordinada sustantiva hay que saber que éstas se pueden sustituir por el pronombre eso. Además, debemos saber que pueden clasificarse según el tipo de nexo que tengan:

                -Proposiciones encabezadas por el nexo que:
                             No creo que me llame > No creo eso

                -Proposicones encabezadas por el nexo si:
                              Dime si he suspendido > Dime eso

                -Proposiciones sin nexo, con el verbo de la subordinada en infinitivo:
                             Me da pena desperdiciar  esa comida > Me da pena eso
 

viernes, 5 de marzo de 2010

Momento íntimo

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clemiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que el procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiento, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era un clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentian balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.